La percusión de tus pestañas
solicita a gritos
la ausencia de mis demonios,
la sustancia en la mirada
cacofónica con las decisiones;
abre el cielo torturado
y en un sangrado catatónico
la luna hambrienta de fulgor
empieza a digerir tu aura
masticando el amor
-síndrome de ausencia-
al lívido de un coma estático
el arcángel estivado
-del purgatorio cándido-
quisiera enajenarse
perdiéndose en el éxtasis
de una inmortal cautela
y el respeto suicida
suplica tregua implícita
a mis plegarias cansadas
para que se las lleve el viento
hacia esas eternas pupilas
donde la costumbre puede más
que el yermo sentimiento.
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