domingo, 17 de mayo de 2009

Un 17 de Mayo...



Un 17 de mayo
los ojos de Mario se cierran en voz baja
por última vez,
un 17 de mayo
ingresó a tientas en el sueño profundo
para no volver,
un 17 de mayo
encontró la respuesta a su inquiriente pregunta
"¿Por qué el mundo soñado no es el mismo
que este mundo de muerte a manos llenas?",
un 17 de mayo
dejó de ser débil
para soñar perenne que es fuerte,
un 17 de mayo
no volverá a esperar el futuro, el abismo;
nadie te lo dirá al despertar,
Un 17 de mayo...

Ha iniciado su viaje a lo etéreo el maestro Mario Benedetti, no voy a mencionar cómo murió, lo que importa de nosotros, seres imperfectos, transitorios, temporales y carnales es la huella que dejamos en los demás; aun tengo vivo el recuerdo de aquellos versos que a voluntad puse en mis manos, los primeros versos que no eran obligados por cumplir una materia, marcando al rojo vivo una parte de mi futuro, de mi forma de decirle al universo mi existir, una vía de escape para que mi espíritu plasme el desborde del corazón manejando las palabras.

Hoy la carne deja de ser carne para sublimarse en las cenizas de las cuales resurgimos, hoy... hoy el espíritu deja la armadura terrenal y se expande libre al encuentro de lo eterno dejando en sus versos un pedazo de su desbordado espíritu, hoy el mundo se entristece pues no nacerán más versos de su pluma, ni aletearán más palabras de su boca; pero el universo se alegra y regocija pues se les ha unido uno de los grandes.

Sólo puedo decirle hasta pronto maestro y gracias por los versos que nos regalaste tu junto a Neruda, Bécquer y Bunbury, me encaminaron por la senda literaria que ahora transito, inentendible a ratos, loca a momentos, pero profunda y filosófica en cada rincón.

En tus versos tu espíritu pernocta eterno maestro Benedetti, esperando irrumpir cuando unos ojos deseosos o unos oídos ávidos los reclamen!!!!!

Espero que algunos ojos deseosos y oídos ávidos cumplan su cometido...

Su Vida y Los Versos Inmortales





Mis humildes versos para el maestro:


Porque el morir...

es aferrarse desnudo al amanecer,

sentir el viento en el cuerpo

y querer atrapar el crepúsculo entre las manos.



Porque el privarse de respirar...

es eximir el aliento de la eterna pleamar,

para que su asiduo peso

libere sus exánimes ataduras

- y pueda elevarse-

expandiendo lo etéreo hacia Dios.


Porque asumir el silencio...

es beber del mar de la afonía

y poder cantar a gritos;

con la inercia del desaliento.