Que el palpitar de tu voz
me obliga a preguntarme,
si están completas las estrellas
allá en el alba gris
-que no se deja suicidar-
aprovechando la clandestinidad
que la noche aviva a cada paso,
y mientras la lluvia en frenesí
impecable va limpiando tu rostro
te llamo en la penumbra
con mi voz llena de llanto
huérfana de grandeza subversiva
y ausente de intelectualidad;
con alma de instinto malevo
moldeada en la inocencia extasiada
para que el universo no pueda contenerla;
porque no hay mejor lugar
para encontrar el silencio
-que viene hacia mi-
y poder descansar serenamente
junto a su delgado murmullo